27 enero 2005

TOMA VII

En torno a los 900 dólares. Cifra exacta. Algunos cabalistas (cavallistas?) no quisieron entrar en detalles, pero buscaron señales en la cifra. Algoritmos, ecuaciones. Sacando cuentas a ver que era lo que había pasado. Cuanto tiempo lo había planeado. Buscaban el perfil psicológico a través de un número. Una cifra perfecta. Si D.F. estuviese vivo a esta altura, se sentiría otro personaje de Borges. Y eso que nunca le tuvo mucha simpatía. Simplemente lo leyó porque se sentía obligado. No pasó lo mismo con Quiroga o Marechal. Eran los dos escritores supremos. A Kafka lo leyó, siguiendo a Borges, aunque nunca le termino de gustar.
Si hubiera tenido un sentimiento semejante al odio, podríamos decir que lo experimentaba hacia Sabato y Benedetti. A lo mejor, porque eran escritores que estaban vivos. Y ahora él estaba muerto.
Parece que prefería a los autores muertos porque le era más fácil seguirles la bibliografía. Estaban estáticos. Había tantos libros escritos y punto. No se hubiera llevado muy bien con Platón. Si se lo hubiera propuesto metódicamente, en un tiempo relativamente corto se hubiera leído la obra completa de Quiroga, de Marechal y de Martínez Estrada. Pero D.F. no era una persona metódica. Bueno, lo fue, pero solamente esa mañana de febrero. No se concibe otra manera de haber hecho lo que hizo, a no ser que fuera metódico. Demasiada obsesión por algo que no lo merecía. Bueno, es una opinión.